Sopa castellana o sopa de Ajo
Siendo segoviana no podía dejar en el olvido esta sopa castellana o sopa de ajo, tan típica de nuestra cocina popular, que he conocido siempre en casa de mi abuela paterna y de mis padres. Es bien sabido que sopas de ajo hay tantas como familias o al menos, tantas como cada cocinero que las elabora; yo dejo aquí la receta que se hacía en mi casa (con alguna mínima diferencia) y que supongo que no varía mucho de la que queramos considerar la original.
La sopa castellana en origen se elaboraba con ingredientes muy básicos y humildes de la cocina, productos que prácticamente había en cualquier casa y que servía de alimento, quizás el único del día, para la familia. Era una forma de aprovechar el pan duro y con mucho arte sacar de unos ajos, un poco de aceite (o la grasa que se tuviera), pimentón y agua un cocidillo que llenaba el estómago y encima estaba rico. A medida que los años han pasado y casi todos tenemos la suerte de adquirir casi cualquier alimento que queremos, esta sopa ha mantenido su esencia añadiendo ciertos ingredientes que potencian su sabor y aumentan su valor nutritivo como son el caldo en vez del agua, jamón o chorizo e incluso el huevo que se añade al final.
Estoy segura de que cualquier versión de esta maravillosa sopa nos traerá buenos recuerdos a los que ya tenemos una edad y los aromas de entonces se harán presentes cuando elaboremos esta sopa castellana tan nuestra. Mi abuela muchas noches se hacía una sopa en un momento, quizás sin muchos ornamentos recordando las que tantas veces elaboró en años ya pasados y mi madre también, en algunas cenas sobre todo en el frío invierno, las preparaba gustosamente con huevo y con jamón como le gustaban a mi padre.
Un pequeño homenaje a nuestra tierra castellana, a Segovia en concreto, que tiene en la carta de sus restaurantes siempre presente la sopa castellana como fiel representante de nuestra cocina más tradicional.
Ahí dejo mi receta de la sopa castellana.
INGREDIENTES
Para 2 personas.
- 1 cucharada sopera de aceite de oliva virgen extra
- 2 dientes de ajo
- 3/4 rebanadas de pan finas
- 1 cucharada sopera de pimentón dulce
- Jamón en trocitos o chorizo (opcional)
- 600 ml de caldo de carne, pollo o agua
- Una cucharadita de postre de cominos (opcional)
- 1 huevo
- Sal a gusto
PREPARACIÓN
Poner el aceite en una cazuela y calentar a fuego medio (6-7 sobre 10).
Antes de que esté muy caliente el aceite añadir los ajos pelados y aplastados ligeramente con la hoja del cuchillo.
Añadir las rebanadas de pan y dejar que se frían en el aceite con los ajos.
Separar la cazuela del fuego y añadir el pimentón; esto se hace para que no se queme el pimentón porque daría un sabor desagradable al guiso.
Volver a poner la cazuela al fuego, remover el pan para que se impregne bien y añadir el jamón o el chorizo troceados si se desean poner.
Echar el caldo.
Subir el fuego hasta que rompa el hervor, añadir los cominos.
Bajar nuevamente el fuego y dejar cocer despacio durante 10/12 minutos.
Batir ligeramente el huevo, como para tortilla.
Apagar el fuego tras los 10/12 minutos e ir echando el huevo batido a la cazuela mientras removemos con un tenedor.
Corregir el punto de sal. Cuidado si se ha añadido jamón de no salarlo en demasía.
Retirar los dientes de ajo y servir caliente.
Más cosas
Cuando añado los dientes de ajo al aceite cojo la cazuela con mis manos y la muevo para que los ajos se impregnen bien del aceite y lo aromaticen.
También pueden ponerse los ajos cortados en láminas o troceados finamente; yo prefiero ponerlos enteros, los machaco ligeramente con un golpe de cuchillo para que aromaticen pero luego los quito al emplatar la sopa.
Es muy importante no quemar el pimentón para que no amargue; de ahí la conveniencia de echarlo con la cazuela retirada del fuego. En unos segundos se fríe y se puede seguir con la cocción.
Jamón, chorizo… vale si te gusta. Si no, no pasa nada. Antiguamente no todo el mundo tenía acceso a carnes para enriquecer el guiso y aún así estaba riquísima seguro.
Caldo, mejor suave de pollo o de carne (preferiblemente caseros); en su defecto o ante unas ganas muy urgentes de tomar una sopa, el agua es el mejor aliado.
El huevo se puede poner también escalfado, es decir, ponerlo en crudo y entero al acabar la cocción y con el calor restante se hará perfectamente. A mí me gusta especialmente ponerlo batido porque al echarlo se forman los hilillos blancos de la clara que es exactamente como lo hacía mi madre.
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